Paco Vargas
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Rocío 2013. Foto de Cristina Quicler |
El poder de convocatoria de esta inmensa concentración de devotos de la Virgen del Rocío es extraordinario. El Rocío es un acto de afirmación mariana. Una romería de la mayor tradición andaluza –más de la occidental que de la oriental-. También, un acto de fanatismo religioso –el “Salto de la Reja” reúne todas las características-. Y, sobre todo, una fiesta en la que la ostentación y los excesos diferencian e igualan a la vez a las miles de personas que hasta allí acuden desde toda Andalucía y otros lugares de España y del mundo.
Como en toda romería, los animales juegan un papel imprescindible. Bueyes, caballos, mulas y burros forman parte de la foto más habitual. Pero, este año han muerto 10 caballos y un buey, según datos provisionales del Plan Romero. Y otra vez se han repetido las escenas de caballos y mulas sangrando después de horas sin que nadie recordara quitarle la silla para descansar. "Los animales no tienen fe, porque la tienen las personas, pero a veces lo demostramos muy mal, y eso es algo que los rocieros se tienen que meter en la cabeza. Es una vergüenza que haya gente que no dé descanso a los caballos. Y es una pena, pero es que no sé cómo hay personas con tan poca vergüenza que llegan a una parada que saben que van a comer, que van a tardar tres horas y no tengan las pelotas o los ovarios de quitarle la silla al caballo". Y recuerda que los caballistas tienen que cumplir normas básicas, como "quitarle la silla al caballo y el sudor, y darle agua", porque en ocasiones, se da un trato "inhumano" a las monturas, cuando "ha sido siempre un aliado del ser humano". Son palabras de Francisco Huelva, director del Plan Romero, que ha arremetido contra los rocieros que abusan de los caballos; hasta el punto de que son más de cien los fallecidos en los últimos siete años.
Eso es lo que debieran entender y evitar los rocieros roneantes, hipócritas, esos que llevan el pescuezo brillando de medallas y cruces, y lloran donde los vean para lavar sus culpas. Pero, no respetan a los animales –criaturas de Dios, según dicen- que son seres vivos que sienten y padecen. No todos los rocieros son así, claro, quizá sean más los que acuden al Rocío con sinceridad y devoción, sin fausto, con humildad. Y andando.
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Rocío 2017. Foto aparecida en eldiario.es |
Con todo, lo más sangrante –nunca mejor dicho- es que sigue habiendo maltrato animal, como certifican las actas que ha levantado el SEPRONA en las que se imputa a ocho personas. Algo que podría evitarse hasta erradicarlo definitivamente si se aplicara la Ley de Protección de los Animales de Andalucía, publicada hace catorce años, que garantiza unos mínimos de bienestar y protección para evitar situaciones de abuso, maltrato y muerte de los animales. Ergo, por ahora, seguimos sin respuesta. Ni la administración, que mira para otro lado, ni los malos rocieros dan la cara.