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RESUMEN FLAMENCO DE LO ACONTECIDO EN 2017, EL AÑO QUE MURIÓ MANUEL MONEO

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La imprescindible transparencia –puertas y ventanas abiertas tal se prometió en su día- debiera llegar también a la gestión pública del arte flamenco. Su exigencia tiene que ser un  deber  un clamor para la sociedad andaluza 

LA MIRADA de Paco Vargas

Comenzamos esta mirada al año que acaba de terminar haciéndonos eco de un manifiesto -hecho público el 25 de diciembre, fecha de nacimiento de Enrique Morente-, titulado  "ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS. Manifiesto por una celebración crítica y fecunda del primer centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922", que pretende ser un proyecto para celebrar un gran centenario del mítico Concurso de Cante Jondo, celebrado en Granada los días 13 y 14 de junio del año veintidós del siglo XX. La idea no parece mala, pero habrá que esperar a ver si lo que se persigue es llevar a Granada una nueva versión de la Bienal de Flamenco sevillana -dirigida por los firmantes, por supuesto- o darle al Festival de Música y Danza un carácter menos elitista, que reivindique lo andaluz y más flamenco ¿Y Granada? ¿Tiene algo que decir sobre el asunto? Lo digo porque entre los firmantes no reconozco a nadie del mundo de la cultura ni del flamenco granadino. Esperemos acontecimientos.

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Al recuerdo aún caliente de la insustituible ausencia de Manuel Moneo, unimos la del flamencólogo cordobés Agustín Gómez, referencia y maestro de todos los que llegamos después, con el que su tierra no ha tenido la grandeza de un reconocimiento justo. Como no debemos olvidar al guitarrista sevillano Quique Paredes ni a Ramón Benítez Mira, más conocido como Chato de Utrera, o al gran aficionado granadino Miguel Burgos, popularmente conocido como "El Cele".   Pero también recordamos que  Camarónno está, que su eterno compañero, el gran Paco de Lucía, se fue con él y que Enrique Morente murió en diciembre de 2010, pero siguen más vivos que nunca sin que de momento encontremos sustitutos. Ni están ni se les espera.

El arte flamenco, nacido en Andalucía pero universal desde que empezó a crecer, mantiene su vigencia vital porque es un arte vivo. Por eso, no hay quien pueda con él a pesar del maltrato al que lo someten desde las muy diferentes ventanas que dan a su prado siempre verde. Así lleva décadas, aguantando lo que le echen, conservando intacta la raíz, reinventándose a través de sus artistas mejores, adaptándose a los nuevos tiempos, siendo generoso con otras músicas y tomando de aquéllas lo mejor para enriquecer su música propia y uniquita, intransferible y preciosa. La UNESCO se ha dado cuenta de su importancia y lo iguala a otros hechos culturales que nada tienen que ver con él. Es un galardón inútil por innecesario, pues el flamenco ya era internacional y patrimonio de los artistas. Era y es una música de origen popular que sin ellos se hubiera quedado en el mismo plano que otras de parecido origen: reducida al nivel de lo local y anecdótico, objeto de estudio para antropólogos y musicólogos curiosos.


Los artistas, en efecto, han sido y son los verdaderos artífices de esa gran transformación del arte flamenco. Desde la época de los cafés cantantes hasta ahora. Por lo tanto, a quienes habría que haberles dado el reconocimiento tendría que haber sido a ellos. Aunque de cualquier manera, se haya reconocido al todo por las partes o no, la música flamenca no precisaba de ninguna carta de naturaleza por parte de organismo oficial alguno, como no lo necesitan la música clásica o el jazz, por poner solo dos ejemplos de similar categoría. Sin embargo, la UNESCO podrá presumir en delante de tener en su patrimonio una joya única de valor incalculable.


Quizá porque el flamenco está de moda en todo el mundo y en todas partes quieren disfrutar de este arte universalmente reconocido, esta terrible crisis, provocada por la mafia financiera internacional, le está afectando menos que a otras músicas. Tal vez, también, porque el flamenco lleva en crisis toda su vida y los flamencos tenemos bien aprendida la lección de cómo mantenerse a flote en las procelosas aguas de la supervivencia. Con todo, lo cierto es que, pese a las dificultades, 2017 ha sido un año aceptablemente bueno para el arte flamenco y muchos de sus artistas.


No obstante lo anterior, y a pesar de las ayudas y subvenciones, esta crisis inacabable está afectando a la siempre incipiente industria del flamenco; los promotores y organizadores se las ven y se las desean para sacar adelante sus proyectos. En este sentido,  es necesario crear un tejido industrial del flamenco que ponga a cada cual en el sitio que le corresponde de acuerdo con su valía y no por su amistad entre los que reparten el dinero de todos, la más de las veces sin otro criterio que el de la adherencia política o la sumisión al que manda. Las instituciones no tienen dinero y el poco que queda no siempre se gasta con cordura. Ahora, más que nunca, hay que ayudar a los amigos. Por eso, casi siempre vemos los mismos nombres en los mismos sitios. Hay presencias y ausencias que llevan a  preguntarse por los criterios que se siguen para seleccionar  a conferenciantes y artistas en los distintos ciclos que se patrocinan con dinero público, pues parece como si hubiera fijos discontinuos mientras hay nombres que aparecen muy poco o no aparecen nunca ¿Hay un control riguroso de la calidad y del dinero que se gasta para favorecer la igualdad?  Son preguntas -nunca contestadas- que venimos haciendo desde hace mucho tiempo, pero como no es cuestión,  de momento, de entrar en detalles de la urdimbre de intereses que giran en torno del tinglado, pues  dejamos ahí el asunto. Es evidente que la administración del dinero público, que debiera ser controlada desde los organismos que conceden las subvenciones, no es igual en todos los sitios.  Pero, la imprescindible transparencia –puertas y ventanas abiertas tal se prometió en su día- debiera llegar también a la gestión pública del arte flamenco. Su exigencia tiene que ser un  deber  un clamor para la sociedad andaluza .

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De los principales festivales y ciclos –tendencia cada vez más acertada y aceptada- se mantienen los que vienen celebrándose desde hace años, pero a otros la crisis se los ha llevado quizá para siempre. El Festival de Jerez sigue marcando la pauta. Y junto a él, otros como la Bienal de Flamenco de Sevilla, que tras las peleas políticas y la pataleta de quien se cree perenne en el foco de la pomada -"fui piedra y perdí mi centro"- parece que sigue adelante; el Festival Flamenco on Fire de Pamplona, con nuevas e interesantes propuestas que lo están consolidando como un cita ineludible cada mes de agosto,  el festival Suma Flamenca en Madrid, el Flamenco Biennale en Holanda, el Festival Internacional del Cante de las Minas, el ciclo de baile Los Veranos del Corral en Granada, “Los Jueves Flamencos, el Festival Flamenco de Nîmes, el London Festival y el Festival Flamenco de  Mont de Marsan que mantienen la temperatura flamenca en España y fuera de ella. En Málaga se ha recuperado la antigua bienal con otro nombre y otra estructura. Ahora se llama Bienal de Arte Flamenco de Málaga y a lo largo de nueve meses reparte cante, toque y baile por toda la provincia.

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Los festivales de verano o aquellos otros de pequeño formato, sin embargo, se han adaptado o han desaparecido, con el consiguiente perjuicio para la cultura flamenca y para los artistas, que han visto mermar sus ingresos y disminuir su proyección profesional. En este sentido, nos parece interesante y necesario que desde distintas plataformas se esté reivindicando el flamenco como un derecho de todos. Así ocurre en Gaucín, donde cada verano, el último fin de semana de julio, las calles de este precioso y encantador pueblo lleno de historia flamenca se engalanan para recibir unos de los mejores festivales del verano malagueño, el Festival Flamenco del Corcho Valle del Genal en el que pudimos ver triunfando a la joven bailaora granadina Alba Heredia.

De los concursos que se celebran, el de La Unión, con más de cincuenta años de historia, se sostiene gracias a su gran alarde mediático; pero no nos depara ninguna sorpresa que nos conduzca o nos acerque siquiera al placer del espíritu. Aunque, a modo de excepción que cumple la regla, en su última edición, la malagueña Antonia Contreras se alzó muy justamente con la Lámpara Minera. A ver si así le llega el reconocimiento definitivo en su tierra y fuera de ella. De los bautizados por mí como “concursos-despensa”, entre los que incluyo el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, que lo han convertido en un concurso más después de desvirtuarlo, y el Certamen Andaluz de Jóvenes Flamencos -organizado por el Instituto Andaluz de la Juventud y la Confederación Andaluza de Peñas Flamencas-, pues escasamente cumple los objetivos propuestos de calidad y promoción, hay poco que decir, aunque deben seguir existiendo: en ellos encuentran los aspirantes a figuras un medio imprescindible para seguir sorteando las muchas fatigas que pasan para llevar una vida digna como profesional.


Las peñas flamencas, tan denostadas desde determinados sectores, están sirviendo una vez más de paño de lágrimas para muchos profesionales. El flamenco sigue siendo en ellas una tradición. En ellas está la pretendida esencia y de ellas están surgiendo algunos de los que mañana serán. Con miles dificultades, con sus defectos y sus muchas virtudes, siempre están al pie del cañón. Los artistas consagrados vuelven a mirar hacia estas asociaciones privadas, imprescindibles hoy como ayer, sobre todo porque el dinero público fluye con menos alegría. La Confederación de Peñas Flamencas de Andalucía y sus ocho federaciones están haciendo una labor impagable a cambio del desagradecimiento y el olvido de los grandes artistas e instituciones públicas y privadas que en general adolecen de una memoria débil. Echen mano a las programaciones de 2017 y al dinero con el que han contado y verán si tengo o no razón. Pero, las peñas flamencas siguen a lo suyo, cada día más viejas y más dependientes de la Administración. Su puesta al día en todos los aspectos es una necesidad imperiosa y una exigencia que estas instituciones debieran acometer con urgencia. Pero, mucho nos tememos que este es otro  problema que quizá nunca tenga solución.


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Estrella Morente. Foto: Bernardo Doral
Los famosos siguen apareciendo en los carteles de los grandes eventos como principal reclamo para un público cada vez más enterado y menos entendido, pero los menos agraciados siguen trabajando para sobrevivir. Los jóvenes abarcan mucho pero aprietan poco.  Estrella Morente reivindica la memoria y el genio del progenitor. Ella es la voz, pero el flamenco es, además, la hermosura que imprime a todo cuanto canta. Es una gran artista. Miguel Povedaes un artista a la antigua usanza, como lo eran Caracol o Marchena, y seguirá reinando. Sigue empeñado en hacerse millonario mientras se aleja irremediablemente del cante clásico, que al fin es su razón de ser. Arcángel continúa con sus arriesgados proyectos. Es un cantaor grande de registros propios y vasto conocimiento.  Marina Heredia es la gran cantaora que Granada nunca tuvo. Es la voz del agua y de la emoción. Sublime y flamenca. Argentina es la esperanza de un presente que viene del pasado. Y ya es figura del cante. El granadino Juan Pinilla, el cantaor más comprometido de entre los jóvenes, reivindica y rinde homenaje a  las voces silenciadas en cada uno de sus conciertos dentro y fuera de España. De entre las artistas emergentes, Rocío Márquez anda empeñada en reivindicar un flamenco propio basado en la valentía y en la seriedad creativa. El jerezano Jesús Méndez y el catalán-lebrijano José Valencia nos recuerdan, cada vez con más emoción jonda, que el cante clásico es la columna vertebral del flamenco. Y con ellos, el chiclanero Antonio Reyes
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Después de muerto,  en el país de la guitarra flamenca sigue mandando el maestro de Algeciras. Su influencia es tan grande que nadie se atreve a salirse del camino trazado por él. De los jóvenes,  el catalán Cañizares, está en otra onda. Su trilogía dedicada a Manuel de Falla demuestra su grandeza musical a la hora de interpretar a los clásicos. O los granadinos David Carmona, continuador de la escuela de Manolo Sanlúcar, y Juan Carmona "Habichuela Nieto" continuador de la saga pero con formas propias que lo convierten en un guitarrista muy interesante, como bien demostró junto a José Enrique Morente en el último Festival Flamenco on Fire de Pamplona. 

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Alba Heredia en el pasado Festival de Jerez
Foto: Javier Fergo
Del baile flamenco más actual se han estrenado obras que el tiempo acrisolará. Destacan por sus novedosas propuestas escénicas, alguna como estreno sonado, Javier Latorre, Israel Galván, María Pagés, Isabel Bayón, Rocío Molina y Sara Baras, ¿Y el baile de siempre? Ahí sigue impertérrito. La familia de los Farrucos, la joven bailaora, granadina del Sacromonte. Alba Heredia, Pepe Torres y Manuela Carrasco siguen enarbolando la bandera del baile gitano. Y, paralelo a él, experiencias –algunas incomprensibles- que tras el estreno sólo son un recuerdo efímero. El Festival de Jerez, que ya anuncia una magnífica programación para la edición de 2018, será, como ocurre desde hace años, el escaparate idóneo para tomar el pulso al baile flamenco de ahora y de siempre.


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Seguimos reivindicando –una vez más- la enseñanzadel flamenco en la escuela como una materia más o formando parte de la asignatura de música. A pesar de las promesas hechas, constatamos que la Consejería de Educación tiene escaso interés en que se enseñe el flamenco en los colegios e institutos de Andalucía. Lo que han hecho es una chapuza, un lavado de cara para que todo siga igual. A los miembros de la comisión encargada de hacer un proyecto serio, si no han dimitido ya, habría que pedirles explicaciones. Pero, ojalá me equivoque, ni unos ni otros dirán nada.


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Cada día son menos los discos y libros publicados, algunos de calidad. Ante la ausencia de interés por parte de la industria discográfica y editorial, cada vez más se impone la autoedición entre los creadores. A pesar de la indudable crisis en la que está sumida la industria discográfica flamenca, los productores siguen trabajando y dando oportunidad a los jóvenes para que den a conocer sus nuevos trabajos. Los menos afortunados han optado por la producción propia con suerte diversa. No se puede decir que haya habido un trabajo que marque el camino a seguir, pero es cierto que sí hemos escuchado obras de indudable interés; aunque las ventas hayan sido mínimas. Pocas son las editoriales que se atreven con el flamenco, pero se han publicado obras rigurosas y muy documentadas a pesar de que en España se lee poco y a los pocos flamencos que leen les interesa menos. La heroicidad de  la auto publicación parece ser para la mayoría de autores el único camino para ver la obra en el mercado. Jóvenes editoriales como la sevillana Libros con Duende y la malagueña Ediciones Algorfa son una excepción.

Toda vez que la prensa escrita -con la salvedad de Sevilla y Jerez- apenas se ocupa del flamenco con seriedad y rigor, el mejor periodismo flamenco está principalmente en la Red, lo que no quiere decir que todos los peces sean comestibles. La crítica –salvo contadas excepciones, entre las que nos contamos- mira para otro lado cuando se trata de asuntos relacionados con las instituciones públicas alrededor de las cuales gira toda la política cultural. Su silencio es a veces insoportable. Pero antes de nada y por encima de todo hay que comer. Internet se consolida como el medio más idóneo y ajeno a las presiones. Las revistas especializadas que se editaban en papel prácticamente han desparecido una tras otra. Y algunas digitales también. La Red es una selva, una redacción global y perenne: todo el mundo escribe (es un decir), pero pocos son los que leen. Con todo, y a pesar de las gilipolleces que leemos a diario, la desolación que siempre acompaña la desaparición de una publicación periódica, hecha a fuerza de generosidad y coraje por todos los que forman parte de ella, es siempre mayor. 

En fin, queridos lectores, estimados amigos, para terminar esta crónica particular de la redundancia –los errores de ayer son los males de hoy- y la desesperanza positiva, desde ÁticoIzquierda.es también reiteramos el mismo deseo de siempre, sincero y desinteresado: Salud, trabajo y libertad para el  año que acabamos de estrenar.


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