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El Pele, la bendita anarquía del cante flamenco

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El Pele en la Sala García Lorca de Madrid

Un concierto de El Pele es una montaña rusa emocional, un ejercicio de anarquía en el que ni él sabe por dónde va a salir. Anoche demostró que su cante es único y lo hizo a pelo en un recital dispar en el que alcanzó momentos de una intensidad dolorosa. Poco a poco, a base de regalar retazos de eternidad en sus recitales, se va convirtiendo en una de las figuras más monumentales del flamenco actual.

La Sala García Lorca de la Fundación Casa Patas empieza a oler a plaza grande, a ese lugar donde los artistas tienen que doctorarse. El micro, los cajones y los coros puede tapar la más evidente de las carencias, por eso hay tanto cantaor medio haciendo carrera larga. Pero cantar sin mircófono es otra cosa. Para exponerse a pelo hay que saber y poder y el público que suele asistir a este recinto sabe discernir y tiene la virtud de escuchar. Así lo reconoció El Pele desde el primer momento. “Así da gusto. Así puede estar uno cantando tres o cuatro meses”, afirmó Manuel de mentirijilla porque él siempre ha sido un cantaor cortito, de los que no quieren ponerse pesaos.

Un concierto de El Pele es un work in progress en el que ni él sabe lo que viene a continuación. La palabra improvisación se hace inmensa cuando él canta y eso tiene mucho riesgo. En el pasado mes de junio, en los Teatros del Canal dentro de Suma Flamenca, dio uno de los conciertos más redondos que se le recuerdan. Pero eso no es lo habitual. Lo normal es que se tire a tumba abierta y que en un mismo cante te regale glorias y penurias. Pero ay, cuando toca gloria.

La soleá de El Pele

El gitano cordobés se hace catedral cuando abraza esa soleá “a mi manera” que va a pasar a la historia. La de anoche fue salvaje y descontrolada, una puñalá trapera directa al corazón. En su primera parte, porque después de saludar pidió a su sobrino Niño Seve que siguiese por ahí y por ahí ya no se encontró.

Pero el momento de oro  del concierto de anoche llegó con la seguiriya. Dijo que iba a intentar hacernos padecer y lo consiguió con una verdad inmensa, casi a voz en grito, arrebatado pero ligando el cante con maestría. Y casi sin respirar se lanzó a por una personalisima malagueña de Chacón. Así, como si nada.

El Pele conduce por una autopista en dirección contraria pero cree que los locos son los otros. En la época de mayor técnica del flamenca, de las voces de marfil y de las propuestas limpias y medidas, la desmesura y la espontaneidad tienen poco sitio. Manuel Moreno Maya asume que la diferencia es su principal arma. Es difícil imaginárselo dulcificándose o pautando sus actuaciones, dejando de decirle al público lo que le viene en gana en cada momento. En un par de meses tendremos entre las manos un nuevo disco suyo, una grabación en directo en el Festival de La Unión de 2015.  Hasta ese momento –y después – habrá que seguir robándole cachitos de eternidad a sus conciertos.



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