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LOS ORÍGENES DEL FLAMENCO APUNTES SOBRE UNA TEORÍA (VIII): LOS FANDANGOS VERDIALES

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Por Paco Vargas

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Y hablando de raíz, los verdiales son el resultado ejemplar de la superposición de culturas a la que venimos haciendo alusión a lo largo de estos capítulos. Su origen musical es tan antiguo que se diluye en los remotos orígenes de Andalucía. Es anterior al primer fandango (bailable), conocido con ese nombre, y, por supuesto, al cante flamenco. Su historia se inicia con los fundadores de lo que hoy son las Andalucías. Y todo hace pensar que forma parte de la magia que sugiere lo desconocido. Veamos que opinan dos teóricos del tema:
Empiezan por tener un motivo religioso: las pandas se reúnen en señaladas fechas del calendario católico, como son: Navidad, Santos Inocentes y la noche de San Juan. Claro que enseguida advertimos que se trata de celebrar los solsticios de verano y de invierno respectivamente, y nos aborda la sospecha de un origen pagano, precristiano de estas costumbres, verdadera reliquia antropológica". (José Luque Navajas)
 "Para entrar en una aproximativa historia de los verdiales, que en gran manera es un rastreo de exploración, lo primero que hay que dejar bien asentado es que los verdiales son un muy refinado rito arcaico de música y danza, y no una fiesta campesina bailonga mas o menos bruta. Y son un rito refinado porque vinculados a remotos cálculos astronómicos de los ciclos del Sol, los solsticios de invierno y de verano, y porque la melodía de sus músicas está en el modo musical dorio. -Los dorios eran oscuras gentes navegantes mediterráneas, bastante arcaicas que finalmente resultaron helenizados y convertidos así en más o menos en griegos-. Que para el filósofo Platón, en la Grecia del siglo V antes de Cristo, era el modo más hermoso y civilizado, resultado de muchos siglos de música sobre sus espaldas, y no precisamente un tosco invento campesino. Con todo lo cual, parece algo evidente que no solo son algo muy importante en el patrimonio cultural malagueño los verdiales, sino que también y con toda probabilidad, son algo muy importante y único en el patrimonio cultural europeo. Y en el patrimonio cultural mediterráneo en general." (Miguel Romero Esteo)
Históricamente hemos de remontarnos a tiempos muy anteriores a la era cristiana, pues, sin echar mano del calendario, sabemos que en las fiestas paganas –con el tiempo, convenientemente adoptadas y adaptadas por la Iglesia- que celebraban la llegada de los solsticios de verano e invierno era habitual bailar (quedan restos cerámicos que semejan lo que hoy serían bailarinas o bailaoras) y quizá cantar ( de esto no tenemos referencias, ni siquiera de transmisión oral, pues sabido es que el fonógrafo llegó algo después, siglo arriba siglo abajo); aunque sin duda con una orquestación musical -ya fuera en escala dórica, frigia o lidia- tan simple que ha perdurado por los siglos de los siglos a través de sus elementos esenciales: el chasquido de los dedos, las caracolas, los panderos, los crótalos de barro, los platilletes o platillos de bronce, las castañuelas o palillos, las cañas y el rabel; y más modernamente –a partir de los árabes y dependiendo del lugar-, la guitarra, el violín, la bandurria o el laúd y hasta el acordeón en algún caso concreto. Como se ve, casi todos instrumentos sencillos, como sencillos eran los músicos que los tocaban, que no aspiraban a otra cosa que a divertirse ellos y divertir a los demás. Y es que en la sencillez está la grandeza.
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Aquellas “pandas de verdiales”, que poco tienen que ver con las de ahora –trasladadas sobrenaturalmente de su medio habitual, el campo, al teatro, como está ocurriendo en Málaga-, fueron el inicio de esta joya del folclore musical malagueño que, tras milenios de vida, brilla tanto como el sol al que adoraban y festejaban aquellas gentes ignotas que fueron nuestros antepasados. Son los verdiales, quizá el último resto del folclore musical malagueño que ha sobrevivido a las muchas invasiones colonizadoras desde los fenicios hasta los cristianos del norte pasando por los cartagineses, romanos, visigodos y árabes, sin duda los que más huella dejaron.
Sobre su denominación –lo mismo que ocurre con todo lo concerniente al flamenco o al folclore del que procede- hay distintas teorías, siendo la última la que ha quedado como definitiva: la que asocia su nombre al de una pequeña cortijada, “Los Verdiales”, perteneciente al término municipal de Frigiliana[1].
Nosotros la damos por buena, aunque matizando algunos aspectos no recogidos, pues anterior a ella esta música no recibió nombre específico alguno, aunque sus características coincidieran casi en su totalidad con los que después serían “verdiales”. Pero añadiendo que la importancia de esta comarca tuvo que ser principal para que en ese sitio concreto se le bautizara así al baile y canto que sería considerado como fandango a partir del siglo XVIII. La comarca es rica en olivos que dan un tipo de aceituna característica, con forma alargada que comienza su madurez aún verde, conocida como verdial; pero esto no parece ser razón suficiente para adjudicar su nombre a música de tanta importancia. Tal vez sea porque para algunas celebraciones, como era habitual cuando entonces –y cuando ahora-, se cantaran y bailaran esas danzas. Y, puesto que coincidían con el “verdeo” y éste con el final del otoño y la llegada del invierno –el solsticio de invierno, una de las fechas simbólicas en el origen de esta música folclórica-, pues parece de sentido común asociar al hecho el nombre que habría de quedar como definitivo. Por otro lado, “verdear” es la acción de recolectar las aceitunas verdes para, convenientemente aliñadas, servirlas en la mesa (como todavía hoy se realiza.) antes de que maduren definitivamente en el olivo y sean recogidas para extraer aceite. Parece lógico y muy probable que por una deformación fonética, tan habitual en el habla andaluza del medio rural, la dicha palabra derivara en "verdial". Y de ahí, la deducción de que cuando se celebraba la abundancia de la cosecha o el final de ésta, las gentes del campo interpretaban los “fandangos de verdiales”.

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Ciñámonos al verdial malagueño canónico, con sus tres variantes clásicas: estilo Montes, estilo Almogía y estilo Comares, y hablemos de las características de cada uno de ellos:
Del estilo de los Montes debemos destacar las siguientes características:
·        El tamaño del pandero, que en las pandas que interpretan este estilo suele ser de mayor diámetro y llevan incorporadas unas piezas redondas de latón apareadas hasta un total de cincuenta, aunque normalmente tienen menos. La función es añadir sonoridad al pandero. Los integrantes de la panda verdialera siguen el ritmo  que va marcando –casi de manera exacta- el pandero, que se suele tocar a “puno cerrado”, según expresión propia de los pandereros. El cantaor, sin embargo, adopta su propio ritmo, dándose de este modo la dualidad modal propia del fandango bailable.
·        El violín, instrumento director de la panda, lo mismo que ocurre en el resto de estilos, se toca de manera especial sin emplear todo el cordaje del instrumento. Los violinistas tienen una expresión muy particular para ejemplarizar lo anterior: a tocar así el instrumento más importante de la orquesta verdialera, le llaman “tocar el violín a vara corría”. Los platillos (pequeños crótalos, también llamados chinchines), sin embargo, se limitan a seguir el ritmo marcado mientras añaden sonoridad y alegría al conjunto.
·        La zona geográfica característica de este estilo es la que va desde Verdiales a Santo Pítar pasando por Jotrón y Lomillas, Olías, Santa Catalina, Tres Chaperas o el Barranco del Sol; siendo la mayoría de estos lugares lo que en Málaga se llama partido rural, que en realidad son agrupaciones de casas o cortijadas más o menos pobladas.
Los platillos, como ya hemos dicho, siguen el ritmo marcado; pero sucede que la velocidad con que lo hacen puede dar la sensación de lentitud o rapidez en un estilo en cuestión.
Con el estilo de Almogía ocurre algo parecido, que nos da una sensación de falsa rapidez.
Las características de este estilo son las siguientes:
·        Los platillos añaden un repiqueteo muy característico.
·        El pandero es algo más pequeño y con menos sonajas (piezas de latón agrupadas por parejas). Al contrario que en el estilo Montes, éste se toca dando golpes con los dedos que recorren la piel del mismo (“rajao”, según expresión propia) y acaban con un golpe para indicar el final de la pieza.
·        Si bien al principio era la guitarra, el instrumento director de la panda mediante las falsetas que el guitarrista hacía entre canto y canto, es el violín –como en el resto de estilos-, el que marca la dirección musical; siendo la forma de tocarlo muy parecida a la del resto de estilos y alcanza mayor o menor brillantez según sea la técnica y la maestría de quien lo toca.
·        Los “cantaores” o “cantaoras” han de tener unas condiciones canoras y una velocidad apropiada en la voz para no perder el ritmo y el compás, que en los verdiales, aunque no lo parezca, es fundamental.
·        El verdial al estilo de Almogía se canta entre los límites geográficos que van desde Cártama hasta Villanueva de la Concepción y los partidos rurales que hay entre ellos: Monterroso, Jeva, El Torcal, etc.
Quizá sea el estilo de Comares el más evolucionado de los tres: el hecho de que entre sus instrumentos se haya incluido el laúd, así lo certifica; como también delata su mayor desarrollo musical, el que su ritmo –según los propios “fiesteros”- sea más “abandolao”, algo que no es tan claro a la hora de su interpretación y, sobre todo, para quien los escucha, si no se es un verdadero experto. De cualquier manera, y a pesar de lo que digan, el verdial de Comares no llega aún a cante abandolao y debe conformarse con su riqueza de fandango verdial que es mucha. Sus características esenciales son:
·        Su música denota una influencia morisca más acentuada que en el resto de estilos.
·        Incorpora el laúd que, junto a la guitarra, hace de instrumento dominante de la panda mediante unas falsetas lucidas y llenas de musicalidad.
·        Tanto los platillos como el pandero atemperan su ritmo, aunque no llegan a la ralentización de los conocidos como fandangos abandolaos.
·        Tanto el violín como la guitarra siguen teniendo una importancia capital dentro de la panda: tanto el violinista, con sus alardes técnicos y florituras, como el guitarrista, que ya no se limita al mero acompañamiento sino que realiza falsetas –propias del guitarrista flamenco- en compañía del laúd.
·        El pandero es prácticamente igual que en las otras zonas, manteniendo su diámetro y las sonajas que ayudan a la viveza de la percusión.
·        La zona geográfica de este estilo se extiende desde el término municipal de Comares hasta Cútar, ya en plena Axarquía; aunque al llegar a esta comarca el verdial pierde su fuerza y se ralentiza hasta convertirse en un fandango abandolao. Seguramente de ahí partió Juan Breva para crear sus cantes propios..
En cualquiera de los tres estilos, las pandas están formadas por un número indeterminado de mujeres y hombres –de diez a veinte-, entre bailaores/as, cantaores/as e instrumentistas; dirigidos por un “alcalde” (palabra de origen árabe) –acompañado o no de un “mayordomo”- y ataviados los hombres con  pantalón negro, camisa blanca, chaleco negro y un sombrero adornado con cintas, flores y pequeños espejos; mientras que el vestido de la mujer es de vistosos colores, con una falda de vuelo para hacer más espectacular el baile, cubierta en su parte delantera con el delantal blanco o negro, camisa ancha y flores adornando el pelo. Como baile  de campo que es se baila con alpargatas adornadas con cintas de colorido vivo que se atan a la pierna.
El amor revolotea siempre en la danza de verdiales, ya sea en parejas o “trenzaíllo” (llamado “zángano” porque el trío lo forma un hombre y dos mujeres). Los que danzan juegan constantemente en una fiesta donde las miradas y la música se unen para propiciar el encuentro.

En cuanto a las fechas  más señaladas para la celebración y “la fiesta”, decir que éstas coinciden esencialmente con los solsticios de verano (24 de junio, luego San Juan) y de invierno (días anteriores a la festividad de Navidad). Si bien, es el día 28 de diciembre (día de los Santos Inocentes) el que ha quedado como referente para la celebración de la Fiesta Mayor de Verdiales, que en la actualidad tiene lugar en la Venta de San Cayetano (Puerto de la Torre – Málaga); aunque hasta 1961 se celebró en Venta Nueva (Los Montes), y desde esa fecha hasta 1989 en  la Venta del Túnel (Málaga). En la actualidad, fueraparte las fechas más principales, cualquier excusa es buena para la fiesta verdialera pues animan y dan colorido al evento, sea éste de las características que fuere.
Sin embargo, los verdiales no los encontramos solamente en las zonas señaladas, sino que existen también en lugares más o menos alejados de ellas. Encontramos variantes de verdiales en una amplia región que se extiende desde Málaga hasta Tarifa por el oeste, sur de Córdoba, Granada por el sureste, Almería por el este y Murcia por el noreste.

En Málaga, cada pueblo –admítase la exageración para expresar la abundancia- tiene su fandango verdial bailable para lucirlo en fiestas y celebraciones; todos parecidos y, sin embargo, todos singularmente diferentes. Algunas localidades tienen formas propias, como Álora,  en cuyos lagares se dio un tipo de fandango que apenas se diferencia del verdial, salvo en su ritmo más lento.
“Tres platillos, un violín -antiguamente un rabel que sólo tenía tres cuerdas- dos guitarras, castañuelas, pandereta, el bailaor de la bandera, el alcalde... forman la Panda. La riqueza en el sombrero. Espejitos, cintas, retoques... Los Tontos, o Panda de Verdiales, recorrían campos, casas y cortijadas subastando el cante. Eran famosas las de la Fresneda, Los Moras, Almogía... Generalmente no llegaban hasta el pueblo.
"Agárrate que te caes
 a la rama de un abarcoque
 que vale más un lagareño
 que veinticinco perotes"[2].

También Coín, centro neurálgico del Valle del Guadalhorce, dispone de fandango propio, que tomaría carta de naturaleza flamenca en la voz de Fuensanta Jiménez “La Jimena de Coín”, cantaora no profesional pero de permanente recuerdo entre los aficionados malagueños y de otros lugares de España, pues llegó a registrar su voz en disco y a actuar fuera de su tierra en más de una ocasión.

Y algo parecido ocurre en Mijas, donde, efectivamente, existe un tipo de fandango bailable (hoy casi desaparecido) de características muy similares al famoso fandango verdial que es una rara joya del folclore malagueño. Al parecer solamente se canta y se baila en Valtocado, un partido rural del término municipal mijeño, curioso por sus leyendas y mitologías. El fandango de Mijas está en la línea musical y literaria de los verdiales por cuanto adopta sus compases y su ritmo y la misma estructura métrica en la construcción de las coplas, si bien cambia la línea melódica y, al no tener continuidad evolutiva su música, denota su falta de elaboración musical. Asimismo, tal como ocurre con este tipo de fandangos eminentemente populares, sus intérpretes suelen ser maestros de la repentización. Los instrumentos que acompañan el cante y al baile también son diferentes a los utilizados en Los Montes, Almogía y Comares –las tres zonas verdialeras por excelencia-. Para cantar y bailar el fandango de Mijas los instrumentos habituales son los platilletes (crótalos), las castañuelas, el almirez, el violín y el acordeón. En cuanto a la vestimenta, el traje del hombre se compone de pantalón negro estrecho, chaqueta corta, faja encarnada y sombrero de fieltro; mientras que el de la mujer es de vistosos colores, con una falda de vuelo para hacer más espectacular el baile; en los pies calza botines y en la cabeza, muchas y bonitas flores adornando el pelo.

Y qué decir de la Alpujarra granadina y almeriense, donde cada año, alrededor del primer domingo de agosto, se celebra el Festival de Música Tradicional, un encuentro en torno al folclore donde se puede comprobar en vivo el íntimo parentesco entre los fandangos alpujarreños y los denominados verdiales.
En zonas de  Almería eran frecuentes las “parrandas cortijeras” (denominación local de lo que en Málaga es una panda de verdiales) que interpretaban el “trovo cantao” utilizando el “fandango cortijero”. Su música, que es la del fandango andaluz, se ajusta al compás de tres por cuatro. Consta de dos partes: la introducción instrumental (violín, guitarra, laúd y castañuelas, cuando hay baile) y la parte cantada del trovo: cinco frases musicales rimadas, intercaladas con las frases musicales instrumentales. Es decir, un fandango verdial con sus características propias.

Sobre el fandango de Tarifa o “chacarrá” (otra forma de fandango verdial), Alfonso Alba Escribano, tarifeño e investigador de la música tradicional de la comarca, dice lo siguiente:
Hay quien se remonta al siglo XVI y le dan un origen morisco. Aunque para no aventurarnos en conjeturas, vamos a exponer los datos que por transmisión oral han llegado hasta nosotros. Estos datos nos remontan hasta principios del siglo XVIII, encontrándose ya el Fandango Tarifeño muy enraizado en nuestra campiña y sus puntos fuertes estaban enclavados en los siguientes lugares: Almarchal, Canchorreras, Betis, San José del Valle, Casas de Porro, Los Majales, Fuente Molín, El Cerro del Morá, Puerto Llano, Caheruelas, La Ahumada, Guadalmesí, Matamoros, Pedro Valiente, Poblana, Piedracana, Valdrés, Puerto de la Cruz y Santuario de la Luz. En algunas ocasiones este baile se asomó a la barriada de El Pelayo de Algeciras. En todos los lugares anteriores se ha bailado y cantado el mismo fandango. Abarcando un periodo de tiempo, de nada más y nada menos, que de tres siglos. Las fechas más frecuentes para estas fiestas solían ser San José, el diecinueve de marzo; La Cruz, el tres de mayo; San Isidro, el quince de mayo; la Ascensión y el Corpus Christis; San Juan, el veinticuatro de junio. Esta última festividad se hizo muy popular en el Santuario de la Luz, en la que era la verdadera Romería hasta finales de 1950. Pero a raiz de ciertos incidentes entró en un deterioro total y rápidamente cambió a la fecha actual del tercer domingo de septiembre. También se producían celebraciones el día de San Pedro, veintinueve de junio y el de Santa Ana el veintiseis de julio. El día de San Lorenzo era muy celebrado en la ciudad de Tarifa y se bailaba y cantaba junto a la Puerta de Jerez, en donde hoy se encuentra la parada de taxis. Además de estos días había pequeñas fiestas que se hacían en las matanzas caseras, en los herraderos y en las ferias y fiestas de Zahara de los Atunes, Facinas y Tarifa. Montándose unos chiringuitos o chozos de cañas y helechos, en los que la gente del campo se reunía para bailar el Fandango Tarifeño. En la zona de Valdrés existían hace algunos años unos bailaores de renombre, como los hermanos Triviño, Concepción Alba, Luisa Romero y otros. En el Cerro de Mora destacaban Cristóbal Valencia y su hija Pura. En el Santuario de la Luz se encontraba Antonio Mena. En Matamoros estaba Diego Iglesias, mientras que en Guadalmesí sobresalía Juan González Román (Tirilla), que a sus más de setenta años es el actual tocador de guitarra del Grupo de Fandango Tarifeño Nuestra Señora de la Luz. En la actualidad, y afortunadamente para nuestro baile, quedan buenos bailaores. (…) Una vez terminados estos concursos se empezaba el baile, en el que participaban los asistentes en pareja, en trío y en pocas ocasiones en grupo. La participación en el cante era individual y en algunas ocasiones a dúo. En este caso se cantaban coplas distintas, motivada por cierta rivalidad y picaresca, en la mayoría de los casos, entre jóvenes que tenían los ojos puestos en la misma jovenzuela. Aunque, una vez que esta joven entablaba relaciones con uno de los mozos, la rivalidad desaparecía y en muy raras ocasiones quedaba alguna huella. Entre los instrumentos utilizados, destaca el principal: la guitarra. Los que bailan utilizan las castañuelas. Algunos se acompañan en el baile con los platillos o la pandereta. Por lo general, la pandereta, los platillos de metal y las cascañetas (que son cañas con unos cortes) se suelen acompañar con la botella labrada y la mano del almirez. Estos instrumentos son suficientes para acompañar y amenizar un buen Fandango Tarifeño, conocido vulgarmente como Chacarrá. Nombre éste, que se empezó a utilizar por los años cuarenta. Se lo pusieron los militares que estaban destacados en la zona rural por aquellos años. Dicen que motivado por su sonoridad. El nombre de Chacarrá esta extendido en la actualidad, aunque impulsamos el nombre de Fandango Tarifeño, como se le conoce desde su origen y que tanto le dignifica.”

Saliendo de Tarifa, en dirección a Ronda, llegamos a Casares y a Gaucín, dos hermosos ejemplos de la arquitectura andaluza propia de la serranía. En ambos existe un fandango propio, aunque el de Casares es más conocido gracias a la versión flamenca que nos dejara El Niño de la Rosafina, cantaor local de cierta fama, que lo grabó en 78 r.p.m. ; Caso distinto, sin embargo, es el fandango de Gaucín[3], cuyo “origen se pierde en la noche de los tiempos” , que, según los investigadores locales, Francisco y Esteban García Mota[4], el escritor William Jacob, que vivió en la localidad (1809-1810) hace referencia a él: “La tarde se gastó con enorme vivacidad y alegría… Se introdujo la guitarra, se bailaron Fandangos (…). También la inglesa Penélope Holland[5],  en su visita a Gaucín (1867), recoge estas impresiones: “Era festivo, el día de la Cruz. (…) vimos a un grupo de aldeanos bailando con la mayor alegría a los acordes de la música de una guitarra y de unas castañuelas. La danza era exactamente la  misma por la que nos cobraron cinco francos por persona por contemplarla en Sevilla; pero, por supuesto aquí, diez veces más interesante” (…)
Este fandango (otra variante del verdial) fue después transmitido, en versión flamenca, por el aficionado local Juan Fernández Salas “El Nitro” (Gaucín, 1905-1987) siguiendo la escuela del cantaor Francisco Valle Medina “El Caldera”[6]; aunque, de acuerdo con “El Nitro” y otros aficionados locales: “Estos fandangos de Gaucín tienen una liga de Verdial y Malagueña (…) Existe el Fandango de Gaucín y existe el Fandango de Casares, en fin hay una diversidad que salen del Verdial”.
En cuanto al baile de este fandango, Clemencia Bautista Benito “Clemen”, que fuera propietaria del legendario Hotel Nacional, parada y fonda de famosos personajes que visitaron Gaucín, centro histórico del Valle del Genal, recuerda: “La Señá Ana “La Requena” lo cantaba y lo bailaba estupendamente”. Mas sería la profesora de baile, Lola Pino Coín, nacida en Comares (Málaga) la que, de la mano del mencionado “El Nitro”, enseñó a bailarlo a las generaciones más jóvenes. Según ella: “El Fandango de Gaucín bailado, consistía en un paseíllo similar al de los verdiales” (…) Algo en lo que redundan los ya referidos hermanos Mota: “Las coplas tenían fuerza y eran alegres bailándose en grupos al estilo de los verdiales, pero alzando más los brazos y las piernas”. Sobre éste y otros aspectos etnomusicales y antropológicos del fandango en cuestión, María Morán Molinillo, directora del Colegio Público “Guzmán el Bueno” de la localidad, que fuera miembro de la Escuela de Baile de Ronda, ofrece una detallada descripción técnica del baile[7]y de la vestimenta que era propia entre bailadoras y bailadores: (…) “Las mujeres vestían con faldas de vuelo, camisas anchas, mantones y flores en el pelo. Los hombres vestían con pantalón de rayas, camisa blanca, chaleco, faja y botas, tocados por un sombrero”.

Así mismo, también encontramos el término en Águilas (Murcia) para identificar un modo de fandango llamado allí “Verdial de Águilas”, que se cultiva junto con otros “bailes sueltos”[8]como malagueñas, fandango del Altiplano, fandango del Campo y malagueñas boleras. “Las cuadrillas” (las pandas de Málaga) tocan básicamente instrumentos de cuerda - guitarra (de varios tipos: mayor, tenor, etc.), guitarros, requintos, bandurria, laúd y violín- y de percusión -platillos, pandero o pandereta, caña, hierros, campanilla, triangulo y castañuelas o “postizas”-, aunque algunas incorporan instrumentos de viento como el clarinete o la flauta dulce. Los instrumentos, especialmente los derivados de la guitarra (tenor, mayor, guitarros y requintos), ofrecen diferentes afinaciones, órdenes y cordajes, dependiendo, al igual que el baile, de las zonas geográficas y costumbres particulares.
Y, en fin, como dato curioso, éste sin aparente relación con el verdial musical, que supone un nuevo camino de investigación, aunque sólo sea movida por la intuición: en Portugal existen dos poblaciones con el nombre de “Verdial de Aperrela” y “Fandango”.
NOTAS


[1] Pueblo de La Axarquía (Málaga), en sus calles, cuajadas de cestas de esparto y mimbre, de cántaros y cerámica, de deliciosa miel, se respira su secular pasado morisco.  En Frigiliana se concentraron moriscos huidos de la Alpujarra y de la comarca de los Vélez. Más de siete mil personas llegaron hasta Frigiliana sin saber que aquí se iniciaría una de las batallas más sangrientas de las habidas en la comarca. La batalla en el Peñón de Frigiliana acabó con siglos de convivencia entre culturas. Tras la batalla, más de seis mil moriscos que se habían concentrado en este rincón malagueño debido a su tolerancia y convivencia, fueron expulsados por el ejército castellano. Se prohibió el “algarabí”,  la lengua habitual de aquellas gentes, al igual que otras costumbres y hábitos. Tres mil niños y mujeres fueron apresados y vendidos como esclavos. Doce paneles cerámicos explican, repartidos entre las fachadas de sus inmaculadas casas, la vida y diáspora morisca.
[2] Del libro “Álora. Guía práctica para viajeros diferentes. 2ª edición. de José Morales. Ed. Diputación de Málaga, 1998.
[3] La información referente al fandango de Gaucín está recogida del libro “EL FANDANGO Y LA SERRANA DE GAUCÍN” de Francis Prieto. Edición de Inmaculada Prieto Martín. Ronda 2007
[4] “GAUCÍN”. Francisco y Esteban García Mota. Edición del Ayuntamiento de Gaucín y la Diputación Provincia de Málaga. 1995
[5] “VIAJEROS DEL XIX CABALGAN POR LA SERRANÍA DE RONDA”. Antonio Garrido Domínguez. Editorial La Serranía. 2006
[6] De este cantaor sólo conocemos que nació en Gaucín y murió en Canadá. Una foto, que pertenece al archivo de Francis Prieto, lo retrata elegantemente vestido de acuerdo con la moda que imperó entre los años veinte y treinta del siglo XX. Según investigaciones recientes, se tienen noticias de que el citado fandango aparece grabado en un disco de pizarra, aunque ilocalizable hasta la fecha.
[7] “EL FANDANGO Y LA SERRANA DE GAUCÍN” (Obra citada. Pág. 34 y 35)
[8] Aún se organizan veladas e incluso los denominados "bailes pujados" o "subastados" en los que los asistentes, siempre en un ambiente lúdico, pueden pujar económicamente para conseguir algún propósito como el de bailar la primera malagueña, elegir bailar con cierta persona o evitar que otra baile con una tercera, por citar algunos casos. Estos bailes todavía se realizan en algunos campos y sierras habiéndose perdido prácticamente en los núcleos urbanos.

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